ISABEL DÍEZ-DÍAZ – 20 JUNIO 2021
El lunes 12 de abril se acercó al Punto de Información para personas Migradas/ Migratuendako Informazio Gunea (PIM-MIG) un joven tremendamente triste; tenía 29 años y había salido de su país con ilusión por trabajar y buscar un futuro mejor para él y su familia. No tenía dinero, ni comida, ni techo, ni ropa de abrigo. Hacía mucho frío. El Punto de Información lo formamos unas pocas personas voluntarias que atendemos presencialmente una hora a la semana. No tenemos subvenciones ni recursos. Tratamos de encontrar techo al joven al menos para unos días. Telefoneamos al albergue de Trinitarios, pero estaba cerrado por un caso de Covid; al albergue de Jesús y María (en ese momento cerrado a peregrinas y abierto para personas en situación de emergencia), pero nos dijeron que sólo atendían a personas empadronadas; a la Policía Municipal, pero nos dijeron que no tenían bonos (para) de pensión para él; de nuevo al albergue Jesús y María y, tras mucho insistir, dejaron que pasara una noche.
A las 9.30 de la mañana del día siguiente pasé a buscarle al albergue con un abrigo. Tenía la esperanza de que acompañándole podríamos encontrar algún recurso, porque volvía a estar sin techo ni comida. Nos acercamos a la Unidad de Barrio del Casco Viejo y esperamos el turno, pero cuando nos tocó se negaron a atenderle porque no estaba empadronado. Fuimos entonces al Servicio de Alta Exclusión del Ayuntamiento; esperamos un buen rato, pero tampoco le atendieron porque no tenía padrón. Seguidamente llegamos a Cáritas pero, como atienden sólo con cita, no le recibieron. Le dieron una cita para unos días después en la que tampoco le darían opciones por estar la entidad desbordada.
Descansamos un momento para llamar a una compañera del Punto que paralelamente trataba de buscar por teléfono. Me dijo que los educadores del comedor municipal le habían explicado que era un servicio para personas empadronadas, que también había probado con la Dirección de Políticas Migratorias, pero que sólo había podido hablar con la administrativa, a la que contó la situación pidiendo que transmitiera el mensaje, pero no le devolvieron la llamada.
Después de colgar, fuimos hasta el Paris 365 para preguntar si podía comer allí. Nos atendieron muy rápido, pero no tenían plazas libres. Hacia la 13h00, DESESPERADA, llamé por teléfono al Ayuntamiento, pero me dijeron que la competencia era de Bienestar Social del Gobierno, así que también lo intenté allí, pero dijeron que la competencia era municipal. Llamé a la Dirección de Politicas Migratorias y de allí llamaron al Servicio de Alta Exclusión del Ayuntamiento, a dónde nos dijeron que fuéramos. Volvimos de nuevo al Ayuntamiento y esperamos hasta que la técnica de Alta Exclusión salió de una reunión. A las 14,30 nos atendieron; esta vez le dieron un bono para una semana de comida en el comedor municipal y una noche más de albergue. Llevábamos desde las 10 dando vueltas de ventanilla en ventanilla.
Este recorrido administrativo, además, es mucho peor cuando van solos. Primero porque no saben dónde dirigirse y este deambular les puede costar varios días. Y segundo porque suelen tener la barrera del idioma, no entienden bien el funcionamiento de nuestra burocracia (si es que alguien puede entenderla) y, según hemos constatado, el trato que se les dispensa, en muchas ocasiones, no es el mismo si van acompañadas con una persona local que si llegan solas.
La mayoría de las personas migradas que viven entre nosotras no viajan por placer; llegan, generalmente, después de un largo calvario, huyendo de guerras o de la pobreza provocada por el saqueo de los recursos de sus países por los países del norte, buscando una vida digna. La burocracia es otro de los muros a los que se tienen que enfrentar; es un muro invisible pero tremendamente eficaz. Los requisitos burocráticos imposibles de cumplir para muchas personas les convierten en personas sin derechos; lo que posibilita su explotación en nuestros campos, cuidando a nuestros mayores o en nuestros prostíbulos. Son personas que sueñan con una oportunidad para poder trabajar, obtener derechos como persona y tener una vida digna; lo mismo que no hace tanto hicieron muchas personas de aquí trabajando en Latinoamérica o Europa y lo mismo que está haciendo ahora una parte de nuestras y nuestros jóvenes que no encuentran aquí trabajo.
¡Pedimos atención digna para todas las personas!